sábado, 19 de febrero de 2011

DF Pamplona City I

Me arraigué con todas mis fuerzas a mi ciudad, hice compromisos de sangre, hice compromisos de amor y de vida y luego dejé mi Ciudad haciendo la promesa de mi vida de que volvería por lo que más quiero y me lo llevaría lejos, lejos conmigo. Empaqué y en petite comité partí por la tarde a Pamplona City. Sabía lo que todo mundo sabe del lugar, que la gente corre con los toros durante unos pocos días en el verano celebrando alguna fiesta pagana ancestral o algo así. Jamás me había preguntado como eran sus calles, como era le gente de allí, vamos no debían ser muy diferentes al resto de los españoles que todos conocemos, mal hablados pero no tan mal intencionados. Se suponía que el tiempo iba a transcurrir rápidamente mientras hacía el doctorado en sistemas complejos y que volvería a mi Ciudad natal con un doctorado bajo el brazo a cumplir con todo lo que había prometido. Que volvería con mi esposa y familia y sacaríamos todos provecho de la aventura. Sintiéndome de esos exploradores o marinos de ultramar, me subí a un avión de Aeroméxico y solo en una hilera de asientos y pegado a una ventanilla hice el viaje de mi vida. Y aunque ya había visitado Europa en otras ocasiones, nunca por tanto tiempo y con tantas cosas por cumplir. 

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